El menos malo
Desde que empecé a votar, y con algún criterio de un muchachito rebelde y sin causa de aquella época, siempre decía que todos los candidatos eran mentirosos. Con esa contradicción paradójica y real, siempre voté por algún candidato que no era de mi simpatía, ni menos de mi corazón. Nunca me incliné por ningún partido, ni pertenecí a nadie. Mi familia tampoco tuvo esa oportunidad, ni menos que me hablasen, que yo recuerde, de política. Al contrario, me prohibían que leyera libros de cortes marxistas y de mucha pasión socialista. Pero volvamos al tema de los candidatitos. Como dice una frase de un científico que no recuerdo su nombre, cuando uno más conoce, menos sabe de la vida. A veces la gente se deja llevar por eso, por el carisma del candidato, por un sonrisa que le dio, porque se puso un chuyo o una yankies, por visitar a los pueblos más alejados, por dan algún beneficio y por las dulces palabras que luego se los lleva el viento ni bien empieza a gobernar. Es como el enamorado, que